Aléjate de mi, vida. Llévate tus infamias a otro sitio, porque en mí deben cesar todos aquellos pensamientos que aturden en mí la virtud de ser. Y si no te alejas, seré yo quien se vaya lejos de aquí que no me quiero morir sin ilusiones.
Tengo la dicha de ir acompañado, grandes amigos me acompañarán en este viaje hacia lo desconocido; ellos me harán sentir como en casa. Ha pasado tanto tiempo de encierro que ya olvidé lo bien que se sentía disfrutar la luz del sol a lo largo del día, para brindarle una dulce despedida a su puesta.
¿Hemos llegado?
Suena a la distancia una tranquila pero frívola música tropical, y junto al mar puedo ver que mi vida está sonriendo.
Ahí permanecí sentado por horas, y horas. La paciencia al final es recompensada con la satisfacción personal y el goce de vivir. Conversamos, reímos, disfrutamos. Cuando menos lo esperamos, el ocaso comenzaba a colorear el cielo de tonos rojizos a la vez tan fríos y calmantes. ¿Qué tiene la naturaleza que nos vuelve a llenar de vida?
Momentos inolvidables
Aquí me llevo unas postales de aquel atardecer que recordaré por el resto de mi vida, momentos que se preservarán en mi memoria hasta el final de mis tiempos. Nunca olvidaré los lugares, las personas, las amistades.
Algún día volveré…
Hoy tuve que volver a mi vida, añorando mi próxima visita con la naturaleza. Estoy encerrado de nuevo, pareciera nunca terminar; cuando todo esto cese reiré de nuevo con mis amigos a lado mío, nos podremos dar ese abrazo que indicará que hoy, podemos salir de nuevo.
Valoro tu visita a este escrito mío. Del mismo modo agradezco enormemente a mi buen amigo Matías Sánchez, ¡aguante Argentina! Él tuvo la amabilidad de enviarme estás fotografías para darles una razón cuyo contexto es ajeno a él. Te invito a seguirme en mi Instagram para más contenido, y hasta mi próximo artículo. Un abrazo a la distancia.