Si eres lector frecuente de mis textos te habrás percatado ya de mi gran cantidad de fotografías con la ausencia de color, con grises, negros, blancos, pero… sin color.
El color es importante, intensifica la imagen, captura al espectador de una mejor manera y durante un periodo de tiempo más largo. Pero, ¿qué sucede con la fotografía en escala de grises?
No debemos subestimar la ausencia de color, ya que, poniéndolo desde mis palabras:
Cuando visualizamos una fotografía a color, tenemos todo desglosado, los colores están ahí, reconocemos fácilmente los objetos, las formas, contornos y de más todo esta ahí plasmado en un instante. Pero cuando se trata de una fotografía sin color la cosa se complica un poco, la ausencia de color provoca la pérdida de contornos, la dificultad de captar formas y algunos volúmenes, las luces y sombras toman el papel más importante aquí.
Contemplar una fotografía así es un poco más desafiante de lo usual pues es como si nos vendáramos los ojos y tuviéramos que agudizar nuestros otros sentidos para poder detectar con claridad lo que estamos manejando, tenemos que observar detalladamente las sombras, seguir las luces, buscar las formas, interpretar la idea; el porqué de cada cosa o el motivo de determinada luz. El color busca resaltar lo físico, por ejemplo, la ropa, un bolso, una naranja etc. Pero al fotografiar con la ausencia de éste, se busca capturar algo más fuerte e íntimo. El alma, la sensación, un sentir.
Para mí, el blanco y negro provoca más sensaciones, es más intima o mínimamente más personal. Pues finalmente la fotografía es el arte de la observación; lo más importante no es lo que ves, sino el modo en que lo ves.
