Nuestra historia

Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México. Recorrí cada uno de los pasillos y salas de exposiciones, y debo admitir que la experiencia fue imponente. De alguna manera, me invadió una sensación de nostalgia que no logro explicar. A pesar de no ser un gran conocedor de historia, ver esas piezas y observar a decenas de personas contemplarlas despertó en mí una emoción que no esperaba. Es como si el museo tuviera una energía que te atrapa.

En particular, la sala dedicada a la cultura Mexica me impactó profundamente. Al entrar, lo primero que te recibe es la majestuosa Piedra del Sol, o Calendario Azteca. Levanté la mirada y ahí estaba, enorme, opacando todo lo demás. Fue en ese momento cuando vi a una persona contemplándola, y me sentí totalmente identificado con su asombro. Esa sensación de insignificancia ante una obra tan monumental me sobrecogió.

Persona contemplando la Piedra del Sol o Calendario Azteca en el Museo Nacional de Antropología, CDMX.

Logré capturar una fotografía de ese instante que me encantó: la luz iluminaba el calendario, el sujeto parecía aislado del resto, completamente inmerso en la contemplación. No estoy seguro hacia dónde me lleva este texto, pero sé que estar ahí me llenó de una vibración única. Incluso si no sabes mucho de historia, estar en ese lugar te hace sentir una conexión profunda con tus raíces y te despierta una pasión inesperada por el pasado.

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Robertch

Comparto mi mirada en compañía de mi filosofía de vida.

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